martes, 3 de febrero de 2015

Cuento corto: El martillo prestado.


"Un hombre quiere colgar un cuadro. El clavo ya lo tiene, pero le falta un martillo. El vecino tiene uno. Así, pues, nuestro hombre decide pedir al vecino que le preste el martillo.

Pero de camino a casa de su vecino, le asalta una duda: -"¿Qué?
¿Y si no quiere prestármelo?...
Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído...
Quizás tenía prisa...
Pero quizás la prisa no era más que un pretexto, y el hombre abriga algo contra mí...
¿Qué puede ser?...
Yo no le he hecho nada; algo se le habrá metido en la cabeza...
Si alguien me pidiese prestada alguna herramienta, yo se la dejaría enseguida...
¿Por qué no ha de hacerlo él también?...
¿Cómo puede uno negarse a hacer un favor tan sencillo a otro?...
Tipos como éste le amargan a uno la vida...
Y luego todavía se imagina que dependo de él...
Sólo porque tiene un martillo...

¡¡¡Esto ya es el colmo!!!"-

En medio de todas estas cavilaciones, nuestro hombre llega a su destino, toca el timbre, se abre la puerta y, antes de que el vecino tenga tiempo de decir «buenos días», nuestro hombre le grita furioso:
-¡Quédese usted con su martillo, estúpido! "
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A veces, creemos saber con certeza qué es lo que otra persona siente o piensa sobre nosotros o alguno de nuestros actos. Esta "creencia" se basa sólo en nuestra apreciación y suele ser negativa y errónea. Es lo que en psicología conocemos como "lectura del pensamiento".
Nos ahorraremos mucho sufrimiento dejando más espacio a una comunicación eficaz y menos a divagaciones tóxicas que no conducen a nada positivo.

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