"Había un hombre rico que era muy avaro consigo mismo y con los demás.
Un día decidió ir a buscar el consejo de un viejo maestro, conocido por su sabiduría y le preguntó si debía ser más generoso.
El maestro levantó su mano y extendió los dedos lo más que podía.
"¿Cómo llamarías a mi mano si estuviera siempre en esta posición?", preguntó.
"Deforme", respondió el hombre.
El maestro cerró su mano en un apretado puño y dijo:
"¿Y cómo la llamarías si estuviera siempre así?".
"Lo mismo -dijo el hombre-: Deforme".
"Ya has comprendido", sentenció el maestro:
"Ninguna postura es virtuosa si es rígida.
Si siempre das, se convertirá en un problema.
Si nunca das, se convertirá en un problema."
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