Mentimos
todos, y el que diga que no... miente.
La
mentira es parte inherente al sujeto normal. David
Livingstone Smith,
director del Instituto de Ciencias Cognitivas y Psicología Evolutiva
de la Universidad de Nueva Inglaterra afirma que “la evolución
selecciona rasgos que son ventajosos para los individuos y mentir es
ventajoso, la evolución lo ha integrado en la naturaleza humana. Por
eso los seres humanos somos mentirosos natos, mentimos de forma
espontanea, de igual manera que respiramos o sudamos”.
En la naturaleza, el engaño es cosa de supervivencia.
La mentira es una practica profundamente arraigada en los sistemas vivos, seleccionada en el proceso de la evolución, pensemos por ejemplo en el camaleón que busca engañar a sus depredadores alterando el color de su piel, o en el camuflaje perfecto del tigre o el león que les permite acercarse a sus presas facilitando así la caza. En la naturaleza el engaño es cosa de supervivencia, y así también lo interpreta nuestro viejo cerebro, que sabe que el más astuto, el que engaña mejor, ha tenido mayor probabilidad de salvaguardar su vida. No obstante, la mentira no es socialmente aceptada y quien miente es proscrito y condenado. Aún así todos queremos ser libres para mentir, pero ninguno quiere ser víctima de las mentiras. Pero
la mentira, forma parte indisoluble del ser humano no se trata de justificar la mentira, es simplemente reconocerla como parte de nuestra naturaleza.
Pequeñas mentiras cotidianas.
Lo vemos cada día: El
padre miente al hijo diciéndole que si no se porta bien vendrá el
coco. Le miente el niño al padre cuando niega que se ha tomado
chuches con los amigos. El vecino te miente, cuando en el ascensor le
preguntas qué tal y te dice que bien, cuando en realidad ha tenido
un día de perros. También mientes cuando te hacen un regalo que no
es de tu gusto y dices que te encanta; o cuando para “adornar” un
poco un acontecimiento lo exageras u omites alguna información; se
miente a sí mismo el adicto cuando piensa que “controla” y que
“puede dejarlo en cualquier momento”... la lista sería larga.
También nos mienten los políticos, los compañeros de trabajo, los
jefes, los medios de comunicación...En cierto modo la
mentira, o cierto tipo de mentira, la no patológica, la pequeña mentira cotidiana, sirve para
engrasar nuestro día a día y hacer más fluida y simple la
comunicación, que colapsaría si tuviésemos que dar todas las
explicaciones y todos los detalles cada vez que fuera necesario.
Cuando mentimos, lo podemos hacer por diferentes razones, por ejemplo:
Cuando mentimos, lo podemos hacer por diferentes razones, por ejemplo:
- Para protegernos, bien sea por deseabilidad social (queremos tener una buena imagen hacia el resto así que ocultamos lo que creemos que nos perjudica) o para evitar el supuesto daño que causaría decir la verdad (lo que solemos llamar mentiras piadosas)
- Para obtener ventaja o poder, por ejemplo al mentir en el cv para conseguir un trabajo.
- También está el engaño como forma de vida, vivir en la burbuja de realidad falsa del mentiroso compulsivo.
La mentira tiene un sustrato biológico.
Pero
no todos tenemos la capacidad de ser "buenos mentirosos".
La mentira tiene un sustrato biológico:
Los
investigadores Yalong Yang y Adrián Raine detectaron que el cerebro
de los mentirosos compulsivos contiene más materia blanca cerca de
un 22% y menos materia gris en comparación con las personas normales.
La American Psychiatric Association elaboró una guía de referencia de expresiones verbales y no
verbales que desnudan la mentira. Algunas
de las acciones que se repiten cuando alguien no dice la verdad son:
-
Pupilas ligeramente dilatadas, un indicativo de tensión y
concentración.
-
Tono de voz más alto.
-
El cuerpo se inclina más hacia adelante.
-
Bebe y traga más.
Sin
embargo, a pesar de lo que muchos creen, los mentirosos no son más
inquietos, ni parpadean más, ni se ven más tensos que aquellas
personas que dicen la verdad.
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